Los geranios de mi madre son la envidia de todas las vecinas. Cada primavera florecen y llenan el jardín de colores.
Mi madre ama la naturaleza. Gracias a ella aprendí a amarla yo también. Muchas veces nos sentamos en el jardin y observamos la hormigas o escuchamos el canto de la abubilla. Esos momentos son mágicos.
Un día apareció una gata blanca, de ojos verdi-amarillos por casa: era de la vecina. Nos encantan los animales y la mimábamos mucho así que, cuando quedó preñada, decidió parir en casa. Llevamos los gatitos a la vecina pero la gata los devolvió uno a uno. Después de varios intentos, Blanqueta se quedó con nosotros y ahí sigue.
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